VIII RECHAZO
Rechazo.
Ese tipo de cosas se van acumulando sin que te des cuenta. Hasta que un día, te sientes preparada para destruirlo todo.
*Nnedi Okorafor*
No sé vosotros/as, pero es algo que cada día siento.
Desde que alcanza mi memoria he causado esta sensación.
En casa era rechazada por ser mujer. Una hija maltratada psicológicamente y una hermana que cobraba los desprecios que le hacían sentir a su hermano mayor.
En el colegio era demasiado diferente para ser diferente. Y poco normal para serlo.
Mi niña rota hacía que sacara la mano de vez en cuando a pasear. Al momento causaba admiración entre algunos, pero otros huían de mi.
Ser graciosa y dinámica me salvó en muchas ocasiones. Hasta tuve un grupo de amigas estable. Pero el verano en el que iba a pasar instituto todo cambió: me rechazaron.
Ojo, no digo que no tuviera todas las papeletas. Pero el caso es que me quede sola ante las puertas de la adolescencia.
Entré en el instituto y pronto encontré amigas, pero ¿a que no sabéis quién apareció? Exacto. Ese mismo. El sentimiento de rechazo estaba ahí junto a su amiga la paranoia.
Me obsesioné con la idea de caerles mal. Se lo dije. Lo desmintieron. Y a partir de ahí empezaron a ver mis rarezas, ahí ya empecé a causarles rechazo ... os acordáis de la profecía autocumplida ¿no? Pues eso mismo.
Poco popular por mi número de amistades entré en la adolescencia. Y con ella, mi carácter y sentido del feminismo se fue agrandando.
Un día, le dije a mis padres que me iba a trabajar ayudando en las labores de mantenimiento de una piscina, que me sacaría 50 euretes en una mañana y que volvería después de comer.
A mis padres no les pareció buena idea, argumentaron que debía hacerle la comida a mi hermano ¡ A un tío 6 años mayor que yo ! Repliqué y me dijeron que lo tenía que hacer porque ellos lo decían y punto. Comenzaron los gritos. Decidida a marcharme por la puerta, mi padre me agarró del brazo y a empujones me pasó al lugar donde cambió todo. Me resistí y le dije que no le tenía miedo. El me invitó a pegarle. Si tan chula era... Y así lo hice. Después de haberle propinado un puñetazo en el ojo, me llovieron palos por todas partes, solo recuerdo sentirme mareada, caer contra una mesa y no poder ponerme en pie. Me protusionó un disco lumbar.
Salí de allí diciendo que me iba a casa. Asustada llamé a mi pareja y fuimos a denunciar el caso al hospital.
A partir de ese año comenzó mi soledad, el gran rechazo.
Se rumoreaba en instituto que me lo había inventado todo, que como una niña tan empollona como yo podía haber pasado eso. Imposible.
El chico con el que salía terminó dejándome, la presión y amenazas que ejercía mi familia sobre él terminó con su amor.
Ahora sí que estaba sola.
Mi familia me odiaba, en el instituto era una apestada y no tenía amigos/as.
El carácter se me hizo cada vez más fuerte.
Tenía la necesidad de sentirme querida, pero estaba repleta de paranoias que machacaban mi autoestima.
Yo tendré un TOC, pero hubo muchas personas que lo alimentaron y lo hicieron cada vez más fuerte.
¿Cuál es tu historia?
La Tía Que No Se Calla
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