II - OSTIA


Aún recuerdo cuando le di un tortazo a mi mejor amigo de parvulario.
Le di tal ostia que le tire al suelo.
Cuando lo pienso me siento avergonzada, pero hay otra parte de mí que dice: se lo merecía, alguien tenía que hacerlo.
El niño, que era una cabeza más bajito que yo y medio cuerpo menos de ancho, se atrevió a decirme que las mujeres teníamos menos fuerza que los hombres. Y yo, ni corta ni perezosa le metí un ostión que le tire al suelo. Hecho que demostraba que no era así.
Mi profesora no lo vio como yo. Me castigo delante de un ventanal gigante durante 1 hora. El cristal daba justo a la entrada del parvulario. Sentía como todos me miraban. Nadie me entendía.

La tía que no se calla.

Comentarios

Entradas populares